Te has preguntado alguna vez qué pasaría, si en lugar de poner el foco en la queja lo pusiéramos en la solución?
Cuando pensamos en algo que no nos satisface y nos enfocamos en la queja, sentimos frustración, impotencia, rabia, sentimos un gran peso que estamos seguros y convencidos que no nos merecemos y comienza el proceso de retroalimentación negativa.
Sin embargo, si ante una situación que nos disgusta, en lugar de revelarnos, la aceptamos, la tomamos como punto de partida, por dura que sea y empezamos a poner el foco en aquello que podemos hacer para cambiarla. Nuestras emociones cambian sustancialmente, simplemente por el hecho de creer que hay algo que está en nuestras manos, ya nos inunda una ola de fuerza, de energía positiva, nos hace sentirnos más capaces e importantes y nos impulsa a la acción. De manera casi imperceptible nuestro estado de ánimo mejora de manera radical y nos sentimos más empoderados.
Te propongo un juego, la próxima vez que venga a tu mente una queja. Escúchala con atención, analízala y centra tu foco en las acciones que tú puedes hacer para cambiar la situación. Aunque no lo creas, siempre podemos hacer algo, por pequeño que sea y eso es lo que marca la diferencia en nuestra manera de afrontar la vida 😉
¿Cómo te resuena?